viernes, 10 de septiembre de 2010

Cromoterapia y elementos

Entre los elementos que utiliza el cromoterapeuta tiene un lugar preponderante el agua solarizada. Ésta se obtiene muy fácilmente: basta exponer agua pura durante unas cuatro horas en una botella de vidrio del color deseado o, si no se dispone de ella, de una botella de vidrio incoloro teñida o envuelta en papel celofán con dicho color. Una vez cargada de vibraciones, esta agua se ha transformado en una "poción mágica" que hay que tomar con moderación.

Este mismo método se utiliza para preparar los aceites destinados a dar masajes.

Los Alimentos

La buena higiene de la vida pasa necesariamente por la alimentación. En la preparación de los alimentos también los colores tienen su importancia. Precursores de este dominio, los médicos tradicionales chinos escogen los alimentos en función de sus diversos colores. Asi, a fin de activar los distintos órganos, relacionan el corazón, el hígado, el bazo, los riñones y los pulmones respectivamente, con el rojo, el azul o el verde, el amarillo, el negro y el blanco.

Asi, alimentos como el tomate o el pimiento rojo sirven para fortificar las funciones del corazón, a condición de que hayan sido preparados con arte y amor. Sin embargo, al preparar el menú, hay que tener en cuenta la constitución y el temperamento del cliente, tanto como el sabor del menú preparado.

Por otra parte, hay que ir con cuidado con el color de la luz artificial. Una iluminación fluorescente tirando a azul podría transformar en desagradable una excelente comida. Un investigador sueco llevó a cabo un experimento destinado a probar este extremo. Convidó a unas veinte personas distinguidas por su carácter afable. La comida transcurría en un ambiente agradable y con buen apetito. De repente, siguiendo las órdenes del anfitrión, un ayudante pulso un conmutador y la iluminación normal de la sala fue reemplazada por una luz filtrada que alteraba notablemente el color ambiental. Aquél rogó a los convidados que no tuvieran en cuenta el incidente técnico y siguieran haciendo honor a la comida como si nada hubiera pasado. Pero a pesar de sus amables palabras los asistentes no tardaron en sentirse a disgusto. Los alimentos aparecían ahora de color negro y gris, como si los hubieran regado con tinta. Los espárragos parecían morados y los guisantes azules. Algunos no se atrevían a hincar el diente en vituallas de aspecto venenoso. La conversación languideció. De pronto, una joven exclamó histéricamente que se encontraba mal, sospechando que era debido al vino, cuyo sabor ya le había parecido sospechoso. Juzgando que el experimento había durado lo suficiente, el investigador le puso fin haciendo que se restableciera la iluminación normal. Los manjares recuperaron sus colores habituales. El anfitrión explicó los motivos científicos del experimento e instantáneamente los convidados recuperaron el buen humor y el apetito.

Que la presentación y particularmente el color de los alimentos tienen su importancia, no ofrece la menor duda. Instintivamente, el ama de casa, al preparar entremeses, los dispone de tal manera que el rojo de los rabanillos se acompañe del amarillo pálido de la mantequilla, mientras que en verde del perejil y el amarillo de la yema de huevo pongan en relieve el color de los tomates.

La secreción de saliva y del jugo gástrico se desencadena a menudo desde que los ojos registran la armonía o el contraste de los colores. Se ha comprobado que los platos policromos tienen gran éxito y provocan inmediato apetito. Como si se dispusiera de una paleta, el cocinero o el ama de casa pueden echar mano de colores que van desde el rojo de los pimientos, la remolacha, los rábanos, al verde de los otros pimientos, las lechugas y los pepinos, pasando por el amarillo de los limones, la yema de huevo o las mayonesas, y el blanco del arroz o de la raíz del apio.

La armonía de los colores también es de suma importancia en la mesa.

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